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Movimientos sociales en la Red (página 2)




Enviado por Osvaldo Le�n



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Internet: el nuevo
"objeto-rey"

"En esta sociedad donde
la cosa tiene más importancia que el hombre, hay
un objeto-rey, un objeto-piloto: el automóvil. Nuestra
sociedad, dicha industrial o técnica, posee este
símbolo, cosa dotada de prestigio y poder", nos
decía Henri Lefebvre a fines de los años 60
(1967-1971: 13). Hoy, en nuestra sociedad llamada
"post-industrial", no cabe duda que ese sitial ha pasado a ser
ocupado de lleno por la Internet, la
expresión emblemática, el ícono de las
nuevas
tecnologías de información y comunicación. Referente del "paradigma de
la mecánica" el primero; referente del
"paradigma del fluido" la segunda. Salto de la circulación
por rutas y autorutas de concreto a la
circulación por las "autorutas de la información"
del "ciberespacio".

Encaramado en su trono, el nuevo objeto-rey, a la par
que expande sus dominios, es tributario de todos los honores y
pleitesías, como nunca se han visto antaño. No hay
actividad social, política, deportiva o
cultural alguna que le haga sombra en lo que a exposición
pública se refiere.

Tan es así que, ahora, casi no hay programación mediática en la que no
se haga una alusión directa o indirecta a tales
tecnologías. Es un eje transversal que va desde las radios
que frecuentemente nos recuerdan que están transmitiendo
para todos los confines de la tierra
vía la red de redes, hasta el mundo de la
imagen donde
la Internet -por lo general rodeada de "efectos especiales"- es
un ingrediente más que de moda, pasando por
los formatos informativos, por los anuncios publicitarios
directos y por un largo etcétera. Y es así que la
Internet ha pasado a ser parte constitutiva de nuestro entorno e
imaginarios colectivos, más allá de si
efectivamente se haya podido experimentar directamente la
fascinación y encanto que suele proyectar.

Sin embargo, paradójicamente, como anota Wolton
(2000: 86), a las nuevas tecnologías de información
"casi nadie osa criticarlas, ni formular la pregunta para saber,
de una parte, si ellas merecen un tal lugar en el espacio
público, ni si, de otra parte, ellas significan un
progreso a tal punto incuestionable que constantemente se llama a
la imperiosa necesidad de 'modernizarse'. Para muchos, el
número de computadores conectados a Internet parece ser el
índice más preciso del grado de desarrollo de
un país, incluso de su grado de inteligencia… En todo caso, esta
identificación del progreso a las nuevas técnicas
está ahí, masiva, omnipresente en el discurso de
los políticos, de los medios y de
las élites. Es, por lo demás, porque todos
van
en el mismo sentido, que estos discursos
tienen un impacto tan fuerte".

Por lo mismo, acota, cuando se habla del suceso de estas
tecnologías, hay que "recordar que se trata de una mezcla
de realidad y de fantasía y que el entusiasmo inaudito que
les rodea será necesariamente mucho más
matizado en una decena de años, cuando los usos
habrán relativizado los encendidos discursos de hoy
día". (subrayados del autor)

De hecho este "entusiasmo inaudito" no es algo nuevo,
sino una constante que se ha manifestado con el aparecimiento de
cada innovación
tecnológica en el campo de la
comunicación.
La novedad, en todo caso, radica en esa omnipresencia de tales
discursos que, revitalizando al determinismo tecnológico,
asignan a las nuevas tecnologías de comunicación un
rol causal en el devenir histórico. Esto es, el supuesto
de que ahora son éstas las que se han convertido en el
motor de la
historia, por
fuera de cualquier consideración del conflicto
social.

Pese a que esta avalancha discursiva no deja de repetir
que las NTIC transformarán profundamente nuestras vidas,
lo que sorprende es que, consecuentemente, no se haya abierto un
serio y amplio debate
público sobre el tema. Que esto no se haya dado, no se
debe a descuido o negligencia, sino a los imperativos de las
lógicas del poder que, parecería, han encontrado en
la Internet y las nuevas tecnologías de
comunicación la cara más amable para vender la
globalización económica, siendo que
para amplios sectores de la población mundial, el único
vínculo a la
globalización ocurre a nivel simbólico o
mediático. De ahí la "mezcla de realidad y de
fantasía" que caracteriza a tales discursos.

Por lo mismo, para las organizaciones
sociales y demás instancias ciudadanas que aspiran a
diseñar políticas
de comunicación aprovechando plenamente las posibilidades
de la Internet, resulta un imperativo ir más allá
de los discursos promocionales para desentrañar
objetivamente las características y lógicas que son
propias a las NTIC, en el entendido que su formalización
va a depender de las fuerzas en presencia y de las condiciones
circundantes.

Después de todo, conocer el terreno y el espacio
de acción
es una condición básica para cualquier
formulación estratégica. Al menos para saber como
vienen las olas -siguiendo la imagen del "surf" que se ha
extendido para referirse a las búsquedas en la Web– y tratar de
dominarlas y mantenerse sobre ellas… a la postre, para no ser
engullidos por ellas.

En efecto, son varios los factores que diferencian a las
NTIC de los anteriores sistemas de
comunicación, desde las propias características
tecnológicas, hasta las nuevas formas de uso e
implementación que se vuelven posibles con ellas. No
obstante, en el discurso predominante existe una tendencia a
confundir estos niveles, de modo que las formas de
aplicación aparecen como resultado inevitable de la misma
tecnología. De ahí la pertinencia de
demarcar tales aguas.

Password: convergencia

En la base del acelerado desarrollo que a lo largo de
las dos últimas décadas han registrado las nuevas
tecnologías de información y comunicación,
se encuentran dos componentes técnicos centrales. El uno
es la digitalización, que permite traducir todo tipo de
información –datos, texto,
sonido,
imagen, video,
códigos, programas
informáticos- al lenguaje de
computación, con un sistema de
codificación basado en una secuencia
binaria de paquetes de "0" y "1" o "bit" (binary digit).
El otro tiene que ver con el extraordinario progreso de los
componentes electrónicos: semiconductores,
circuitos
integrados, transistores y
microprocesadores. Lo demás, son meras
aplicaciones.

A partir de ese lenguaje común, ha sido factible
crear protocolos que
permiten compartir información entre computadoras,
y que al integrarse con los sistemas de telecomunicaciones y la tecnología de
redes, hacen posible transmitir cualquier tipo de mensajes por un
mismo canal, conformando así la base de las nuevas
tecnologías de comunicación e información.
Esta integración de tecnologías es lo que
sustenta la lógica
de convergencia tecnológica, que es una
característica fundamental de las NTIC.

Es, a su vez, lo que establece la principal diferencia
entre los sistemas
digitales y los anteriores sistemas llamados
"analógicos", que requieren de canales diferenciados,
empleando cada uno distinto tipo de tecnología. Con la
digitalización, se puede transmitir los mismos mensajes
indistintamente a través de la red telefónica,
redes de transmisión de datos, sistemas satelitales, TV
por cable, ondas
radioeléctricas, etc. O sea, se trata de una
tecnología polivalente en términos de la
infraestructura y canales requeridos, que es lo que le da su
característica de flexibilidad.

La lógica de convergencias se extiende
también desde lo tecnológico hacia las formas de su
aplicación. Así por ejemplo, el hecho de poder
manejar simultáneamente texto, audio, video, imagen y
datos ha dado lugar al multimedia, que
no es simplemente una yuxtaposición de tipos de medios,
sino su hibridación. En consecuencia, las distinciones,
antes nítidas, entre tipos de medios: impresos, radio, TV, etc.,
comienzan a desdibujarse, dando lugar a una convergencia de
medios, y de éstos con la Internet, fenómeno que
está incidiendo en una reconceptualización de cada
medio.

A su vez, y como consecuencia de lo anterior, asistimos
también a una convergencia en el plano de los servicios.
Para mencionar solamente algunos ejemplos: conexión
Internet con telefonía, telefonía con TV cable,
televisión
por Internet, MP3, etc. Es
más, con las nuevas posibilidades de vincular
información dadas por el hipertexto y la World Wide
Web, se hace posible, como nunca antes, vincular, por
ejemplo, centros de documentación y otras fuentes de
información.

Otra característica particular de las NTIC es
que, al hacer posible las transmisiones en tiempo real a
cualquier punto del planeta, impulsan un salto vertiginoso en la
compresión del tiempo y del espacio, lo cual repercute en
los términos con que ahora se definen las identidades y
roles sociales5.
Hay autores, como De Rosnay (1999: 10), que consideran que es
precisamente el nuevo sentido de espacio y tiempo, y no la
oferta
tecnológica, lo que está modificando a los
individuos, las mentalidades y las estructuras
sociales.

Mirando en perspectiva, Pierre Lévy (1997: 36)
señala que una de las tendencias de la evolución técnica es "el aumento
exponencial de la performance de los materiales
(velocidad de
cálculo, capacidad de memoria,
volúmenes de transmisión) combinado con un descenso
continuo de los precios". A
ello se añaden los programas cada vez más
amigables. En opinión de Lévy, todo deja suponer
que estas tres tendencias, o sea "este movimiento
permanente de aumento de potencia, rebaja
de costos y
apertura", van a continuar a futuro; sin embargo, advierte que es
imposible predecir las mutaciones cualitativas que se
apoyarán en esta ola, ni como la sociedad se
apropiará de ella o la modificará.

Los instrumentos de la Internet

Hoy por hoy, la Internet es, de lejos, la
expresión más visible de las nuevas
tecnologías, y la de expansión más
rápida6.
No se trata en sí de un medio de comunicación (si
bien múltiples medios caben en su ámbito), sino de
una red que,
mediante un protocolo
universal (el TCP-IP),
interconecta mundialmente a diferentes redes de computadoras,
articuladas en nodos o servidores
plenamente autónomos, por lo que también se la
conoce como la red de redes, y cuya principal
característica es haber posibilitado, por primera vez,
la
comunicación de muchos a muchos en tiempo real o
escogido.

La comunicación se realiza empleando distintos
instrumentos que se han desarrollado con esta tecnología.
En términos generales, podemos diferenciar dos
principales: el uno es el correo
electrónico, que consiste en la transmisión de
diferentes tipos de mensaje a direcciones privadas; y, el otro,
la World Wide Web (WWW, Web o telaraña mundial), que es un
sistema universal de vinculación entre documentos. Cada
cual responde a una funcionalidad distinta, si bien desde el
punto de vista tecnológico, las diferencias entre los dos
se tornan a veces borrosas (por ejemplo, con los servicios de
correo o listas de discusión en Web).

Existen, por supuesto, otros instrumentos de Internet,
algunos ya casi en desuso (gopher, telnet) otros en
crecimiento (Chat,
Net2phone), en los cuales no nos detendremos aquí, puesto
que su uso por parte de las organizaciones sociales de América
Latina y El Caribe es mínimo.

El correo electrónico: Es el instrumento
más utilizado de la Internet. Permite intercomunicar a
personas u organizaciones, bi o multilateralmente, por intermedio
de computadoras conectadas en red. O sea, la computadora
es el instrumento, pero la interacción es, casi siempre, entre seres
humanos.

Sus principales usos son la correspondencia y las listas
de intercambio. Estas interacciones tienen lugar, usualmente,
entre quienes tienen relaciones preestablecidas o intereses
comunes, y el intercambio generalmente sigue una secuencia
cronológica (o sea, la vigencia de los mensajes es
inmediata y temporal). Las listas de distribución a su vez permiten difundir
información a receptores múltiples, quienes tienen
la opción de leer o borrarla, mas no ignorar su existencia
(como puede suceder con la Web). Esta facultad, utilizada con
juicio, permite un alcance muy grande y rápido para llegar
a audiencias selectivas. Pero también se presta muy
fácilmente al abuso, creando un problema nuevo de
sobrecarga y saturación de información, con la
consecuente necesidad de desarrollar capacidades y mecanismos de
discriminación y selección.

En términos de comparación
analógica, el correo electrónico se asemeja al
teléfono y al correo postal; pero a ello se
añade algo nuevo: la facultad de comunicar en red. O sea,
desde cualquier punto de una red determinada, se puede comunicar
directamente a todos los demás puntos, con la misma
facilidad (y sin costo adicional)
que para la comunicación bilateral. Ello significa que,
por primera vez, se tiene a disposición la posibilidad de
comunicación descentralizada, cuyas ventajas se han
demostrado en la práctica en muchas dinámicas de
red, desde el ámbito empresarial hasta las experiencias
ciudadanas.

La Web o World Wide Web: Se refiere a la
"telaraña mundial" que en la Internet enlaza textos, cuya
principal -e innovadora- característica es el hipertexto;
esto es, el sistema de enlaces, basado en un código
universal, que ofrece una gran facilidad para crear conexiones
entre documentos, datos, referencias, iniciativas, espacios,
objetos multimedia, etc. Cada uno de estos items puede ser
localizado mediante su dirección única, o URL ('localizador
universal de recursos', por
sus siglas en inglés).

Al recorrer el ciberespacio, el internauta establece una
ruta propia para acceder a los sitios de su interés.
Como lo describe Antulio Sánchez (1998) "Los items
informativos no están conectados de manera lineal, como en
un texto de papel, sino que se extienden en conexiones hacia un
laberinto interminable. Tampoco están referidos a datos
adscritos a una memoria específica, ya que los documentos
están diseminados en distintos servidores ubicados en
diferentes regiones del planeta. De esta forma, navegar en la Web
es moverse en un 'mapa' que es tan complicado como la
imaginación lo promueva, pero cada liga da paso a una
serie de redes".

A diferencia del correo electrónico, en la
mayoría de casos, navegar en la Web no implica una
interacción entre personas. Se trata más bien de la
relación que una persona
establece, desde su computadora,
con otras computadoras y fuentes de
información. De esta forma, la temporalidad (acceder a
información nueva o almacenada) queda bajo criterio y
control del
individuo. La
comparación analógica se asemeja a los servicios
que proporcionan editoras, prensa,
librerías y bibliotecas.

La facultad de establecer una infinidad de rutas de
navegación está cambiando radicalmente no solo la
manera de acceder a la información, sino la forma de
producirla y presentarla. Como sucede con toda innovación, la tendencia es que la producción de contenidos se inicie con
parámetros de los medios anteriores, para luego descubrir
y explorar nuevos horizontes. Hacia adelante podemos anticipar el
desarrollo de nuevos formatos que rompan con el esquema
rígido, temporal y secuencial que caracteriza a los medios
convencionales de comunicación.

Algunos analistas consideran incluso que, puesto que
cada cibernauta puede elaborar sus propios textos con fragmentos
que recoge en su recorrido por la red, asistimos a una
redefinición de la relación entre autor y lector,
entre leer y escribir. O en palabras de Benjamin Wooley (1993:
165): "En el ciberespacio, cada quien es un autor, lo cual
significa que nadie es un autor".

La otra característica distintiva de la Web es su
interfaz gráfica, con las posibilidades de incorporar
diseño,
ilustraciones, multimedia, alfabetos no latinos, etc. Sin duda
esta facultad ha sido uno de los factores que ha motivado su gran
popularidad y con ella se ha desatado la explotación
comercial de la Internet7.

Otra diferencia entre estos dos principales instrumentos
de la Internet, desde la perspectiva de la difusión de
información, es que mientras el correo electrónico
llega directamente a su destinatario, a un sitio Web sólo
llegan quienes buscan activamente la información contenida
allí. En consecuencia, las estrategias de
difusión por Internet también necesitan ser
diferenciadas. En el primer caso, se trata de dosificar la
información para no contribuir a la sobrecarga. En el
segundo caso, la masa de información -o vinculos- en un
solo lugar es más bien un factor que atrae al internauta,
para que encuentre lo que busca de manera ágil.

Y lo que faltaba: el ciberespacio

No obstante, los instrumentos no lo son todo. El
término "Internet" se utiliza indistintamente para
referirse a la red mundial de computadoras interconectadas
mediante redes terrestres, satelitales y/o mezcla de las dos,
como también a los flujos de información e incluso
a las dinámicas humanas que se generan en este espacio,
por el carácter interactivo y polivalente que
tiene. Y es que, a diferencia de otros sistemas de
comunicación, en el caso de la Internet las demarcaciones
entre el emisor, el contenido transmitido, el canal por el que se
transmite y el receptor, no son siempre
nítidas8.
Esta confusión es uno de los factores que conlleva a un
énfasis exagerado en la conectividad en sí, por
encima de otros elementos que conforman la
comunicación.

Por ello, muchos analistas subrayan la necesidad de
diferenciar entre la "red" propiamente dicha, y lo que Michael
Ogden (1998: 67 y 73) llama la "construcción social" en torno a la
Internet, que según él tiene el carácter de
"ágora" o "polis virtual". Otros utilizan el
término "ciberespacio" para referirse a esta realidad
virtual. El ciberespacio sería de hecho una nueva
dimensión del espacio, no delimitada por barreras
geográficas.

Origen de la Internet

Al igual que las más importantes innovaciones
tecnológicas registradas en las últimas
décadas, lo que hoy se conoce como Internet nació
en la cuna del complejo industrial-militar estadounidense, con
participación de centros de investigación universitarios, como parte de
los programas experimentales para mantener un sistema
descentralizado de comunicación en caso de un ataque
nuclear. Específicamente, fue en 1969 que apareció
la primera red funcional, Arpanet, en cuyo desarrollo fue
gravitante el interés y motivación
de científicos y técnicos involucrados -antes que
exigencia alguna de aplicación militar-, quienes
prácticamente conformaron la primera "comunidad
virtual" para compartir sus conocimientos y mancomunadamente ir
moldeando esta nueva tecnología.

Luego se extendió al resto de la comunidad
académica, donde se cultivó y floreció,
precisamente, como un recurso para intercambiar
información y conocimientos científicos,
incluyendo, por supuesto, aquellos destinados a mejorar la propia
herramienta.

En razón del potencial que ofrece para compartir
libremente información, a partir de los años 80
esta tecnología es acogida por organizaciones ciudadanas
para apoyar sus causas específicas, lo cual se traduce en
un innovador desarrollo de aplicaciones en diversas partes del
mundo, primero como carteleras locales, luego experimentando con
maneras de comunicar a través de las fronteras y
océanos.

En todo caso, es en estos dos espacios9
que se dan los desarrollos tecnológicos que
apuntalaron lo que hoy es la Internet, con la particularidad de
que en ellos gravitaron de manera particular los usuarios, en la
medida que desde un primer momento se impuso un sentido de
intercambio y colaboración incluso para el mejoramiento
del soporte tecnológico que hacía factible tal tipo
de interacciones.

Fue en el año 90 que apareció la Internet
con el carácter de red mundial de redes interconectadas;
tres años después, el World Wide Web se
ocuparía de proyectar su carácter de "vitrina
mundial", desatando un boom expansivo inédito. Es cuando
el sector comercial opta por entrar en esta arena y, por tanto,
disputar la conducción a quienes venían piloteando
el desarrollo y el manejo operativo de tal tecnología: los
sectores académico, gubernamental y ciudadano. Hasta
entonces, tampoco se permitía su uso para fines
comerciales, existiendo para ello redes paralelas (la red
bancaria, la red de transmisión de datos de las empresas
telefónicas, servicios privados de correo
electrónico, etc.)

En 1994, estas tecnologías adquieren la "carta de ciudadanía", cuando el ex vice-presidente
de EE.UU., Al Gore, con ocasión de la conferencia de la
Unión Internacional de Telecomunicaciones, UIT, en
Argentina, desarrolla la propuesta de hacer de ellas el pilar de
la sociedad del futuro, la "sociedad de la información",
que se popularizó bajo el término de "la
superautopista de información". Este proyecto
prevé la incorporación de todas las redes
existentes en un solo sistema. La Internet es -en escala
pequeña- un modelo posible
de la eventual superautopista: como espacio público sin
dueños que facilita la comunicación principalmente
para fines no comerciales. Mas al frente tiene un contendiente
poderoso: las fuerzas del mercado que
apuntan hacer de tal autoruta un gran centro comercial global
bajo dominio
privado.

En febrero de 1995, el Grupo de los
Siete países más ricos del planeta, G7,
adoptó el proyecto de "la autopista" con dos principios
políticos básicos: liberalización y acceso
universal. Hasta ahí un empate entre lo que es hoy
Internet y la propuesta del centro comercial global. No obstante,
es un hecho que los partidarios de la liberalización
tienen un lobby muy
poderoso; el servicio
universal, no.

A partir de entonces se registra una acelerada
expansión comercial en la Internet y, por tanto, de una
lógica distinta a la que venía predominando en su
desarrollo. Aun así, el bautizo de la Internet en el
espacio ciudadano y académico ha permitido que el espacio
se mantenga -hasta ahora- con el carácter de foro abierto y sin dueños,
característica que poco encuadra en la lógica
empresarial predominante.

Si se quiere, esta última conduce a un retorno al
principio: al proyecto Arpanet impulsado por consideraciones
militares cuyos atributos conllevan a una configuración en
red jerárquica, centralizada, vertical y bajo control.
Esto es, a reconocer el desarrollo de la Internet, mas no las
lógicas y factores que gravitaron en él. Como quien
dice, agradecemos el sentido colaborativo y el esfuerzo
mancomunado que han permitido el desarrollo de esta
tecnología, pero esto ya no va más, ahora que
está en nuestras manos, las reglas las imponemos nosotros.
Así las cosas, ¿será posible que la
configuración descentralizada de la red de redes logre
resistir a las tendencias en contrario que cuentan, sobre todo,
con la fuerza de la
concentración monopólica, que de manera particular
se viene operando en el mundo de la
comunicación?

Concentración corporativa

Una de las diferencias de la actual "revolución
tecnológica" en el campo de la comunicación, en
contraste con las anteriores, es que por primera vez está
directamente ligada con el sector de punta de la economía. Y es que el
peso que han adquirido las nuevas tecnologías en los
procesos de
desarrollo y la globalización, y su crecimiento
vertiginoso, han convertido a este sector en fuente de riqueza,
apetecida por las grandes corporaciones
transnacionales.

Bajo estas condiciones, se ha desatado un inédito
proceso de
concentración de la propiedad de
las empresas presentes en el sector como mecanismo para asegurar
su capacidad competitiva. Esto es, de las tradicionales
estrategias de integración -horizontal o vertical- se ha
pasado a las fusiones, por
medio de las cuales se busca alcanzar un mayor margen de maniobra
para maximizar las complementariedades o "sinergias" de las
diversas divisiones, con miras a establecer un control exclusivo
de la mayor porción posible del mercado.

Es así como asistimos al aparecimiento de
"moguls", con ramificaciones en todos los cantos del mundo, que
se han conformado vía fusión de
medios impresos, cadenas de televisión, TV cable, cine, software,
telecomunicaciones, entretenimiento… e incluso turismo, entre
otros10.
De modo tal que los productos y
servicios de sus empresas pueden promocionarse mutuamente entre
sus diferentes ramas, en búsqueda de una ampliación
de sus respectivos "nichos", pues, como anota Ogden (1998: 76),
"a las grandes empresas no les interesa los mercados libres;
más bien quieren mercados cautivos".

El investigador de la Universidad de
Wisconsin, Robert McChesney, señala que el mercado global
de la comunicación ha llegado a estar dominado por las
mismas ocho corporaciones transnacionales que dominan el sector
en Estados
Unidos: "General Electric, AT&T/Liberty Media, Disney,
Time Warner, Sony, News Corporation, Viacom and Seagram,
más Bertelsmann, el conglomerado con sede en Alemania".(1999: 1)

De esta manera, se ha venido configurando un panorama
donde el desarrollo de la comunicación queda supeditado a
las consideraciones de rentabilidad,
de un puñado de megacorporaciones, por fuera de cualquier
posibilidad de control público. Las consecuencias de este
fenómeno son innumerables, comenzando por el hecho de que,
al pasar al primer plano el criterio de ganancia
económica, la función
social de los medios de
comunicación queda prácticamente en la cuerda
floja, relegada a las conveniencias de aquel11.

Para no abundar, remitámonos a las palabras de
Gerald Levin, vicepresidente de la poderosa AOL-Time Warner,
quien en declaraciones públicas reconoció que tales
megacorporaciones han adquirido más importancia que los
gobiernos, instituciones
educativas o cualquier otro sector de la sociedad. Lo cual no es
poco decir12.

Desde esta posición de fuerza, para redondear la
figura, en el menú de dichas corporaciones hacia futuro lo
que aparece como aspiración central es extender sus
dominios al espectro electromagnético -del cual dependen
los ordenadores personales, Internet sin cables, telefonía
móvil, localizadores, radios y televisión para
enviar y recibir mensajes-, exigiendo su privatización, habida cuenta de que hasta
ahora se ha mantenido como "bien común-universal", bajo el
dominio y administración de los Estados.

De modo que, bajo esta tendencia, las nuevas
posibilidades y virtudes que se supone traen consigo las NTIC, se
opacan y se tornan inciertas. Uno de los teóricos
más fervientes de sus bondades, como es Pierre Lévy
(1997), avizorando esta problemática se anticipó a
señalar que el discurso del liberalismo
económico, promovido entre otros por Bill Gates de
Microsoft,
pronostica el porvenir de la Internet como un inmenso
supermercado donde prevalecerá la libre competencia en un
mercado transparente (246); se pregunta, sin embargo, si el
discurso liberal no sería el pretexto ideológico
para la dominación de grandes grupos de
comunicación que "harán la vida dura a los
pequeños productores y al fomento de la diversidad"
(283).

Promesas y realidades

Business is business

Concomitantemente a la acelerada expansión del
carácter comercial en la Red, de la mano de las grandes
corporaciones y las inversiones
que sólo ellas están en capacidad de realizar, en
el terreno de las ideas se ha venido extendiendo el discurso
promocional-legitimador, que pone el énfasis en las
oportunidades del comercio
electrónico y las ventajas para el consumo (por
así decir: cómo enchufarse desde la casa al nuevo
milenio), antes que en los beneficios en áreas como
la
educación, el
conocimiento, el aprendizaje
permanente, la salud, la información
pública transparente y la democracia,
que el discurso de la "superautopista de la información"
se empeñaba en destacar.

En una investigación realizada en Estados Unidos,
Norman Solomon verificó que, mientras en 1995 los
principales periódicos se refirieron a la "superautopista
de la información" en 4,562 artículos y sólo
950 veces al "comercio electrónico", para 1999 esta
relación se había invertido sustantivamente: la
superautopista fue mencionada apenas 842 veces, mientras que
20,641 artículos hablaron del comercio
electrónico13.

Michael Ogden (1998: 74-78) constata que son tres las
"visiones" que actualmente libran una lucha por imponerse ante la
sociedad. La primera, particularmente presente en la
retórica gubernamental, que reivindica la "sociedad de
información" poniendo el énfasis en "la
primacía de la libertad
individual y el compromiso con el pluralismo, la diversidad y la
comunidad". La segunda es la promovida por las grandes empresas y
se asemeja a lo que es hoy la
televisión, en tanto producto de
consumo, con la promesa de entrar a la era de la
información, mediante conexiones de banda ancha a
los hogares, con la opción de 500 canales. Este discurso,
según Ogden, busca "marginar las visiones alternativas
mientras simultáneamente trata de calmar las
preocupaciones sobre las megafusiones propuestas" entre las ramas
de la comunicación y el entretenimiento. La tercera
visión -que el autor llama la "transición por
etapas"- coloca a la comunidad de usuarios al frente de los
cambios y desarrollos de la tecnología. Enfatiza en la
interactividad y prevé un desarrollo gradual de los
requerimientos tecnológicos, en función del
crecimiento de necesidades reales.

Ogden considera que la "ganadora" será la que
mejor venda su imagen a la comunidad financiera, a las instancias
de decisión y al público, si bien "el resultado
mismo podría eventualmente contener aspectos de cada
visión a la vez que ser completamente diferente de todas
tres" (75).

Lo que no se puede esperar es que, por ser un espacio
nuevo, este resultado se defina haciendo abstracción de
los intereses, juegos de
poder y contradicciones sociales del conjunto de la sociedad.
Pero justamente lo que caracteriza al discurso dominante de la
Internet es la ausencia de referencias al conflicto social. Se
habla de "brecha digital", pero no se la vincula a las
desigualdades inherentes al sistema social y económico en
vigencia.

Es más, el discurso atribuye a las NTIC
características -como la transparencia, la horizontalidad,
la interactividad, la facultad de democratizar la
información y la difusión, ilimitadas posibilidades
para acceder al conocimiento
y, por ende, al desarrollo igualitario- que no son inherentes a
la tecnología, sino que son potencialidades (entre muchas
otras), cuya realización depende de sus formas de
implementación en el marco de un proyecto social
dado.

La oferta del conocimiento

Con la Internet se ha establecido la posibilidad de que
cada punto conectado en la red pueda colocar todas las
informaciones de que dispone. Si bien esto no necesariamente se
cumple en un ciento por ciento, el hecho es que la masa de
información en línea crece a un ritmo
exponencial.

En su versión más simplista pero
ampliamente difundida por el discurso promocional, se ha
pretendido establecer que la abundancia de información es
de por sí sinónimo de enriquecimiento del
conocimiento, estableciendo una relación causal casi
directa, entre el uso de las nuevas tecnologías que dan
acceso a la masa de información disponible en el
ciberespacio, y el acceso al conocimiento -y por ende a la
educación
y al desarrollo-14.

Si consideramos que el conocimiento es un complejo
proceso humano de selección, procesamiento,
discernimiento, intuición y análisis sobre la base de la experiencia
acumulada, entonces, se vuelve evidente que el acceso a la
información es apenas un componente. Para que la
información se transforme en conocimiento, se debe
disponer de ella en el momento y el formato adecuados a una
determinada necesidad o contexto, y además tener las
condiciones para utilizarla. Estas condiciones abarcan una amplia
gama de factores socio-culturales, económicos y
políticos.

Como señala Lucien Sfez: "la desigualdad del
saber no puede ser revertida, por las virtudes de la Internet, en
una igualdad
general. (…) Es que la información no es el saber. Para
encontrar la información adecuada, se debe disponer del
conocimiento previo que permita formular las preguntas
pertinentes… de información" (1999: 22).

Por tratarse de uno de los equívocos inducidos
por el discurso promocional de la Internet, abundemos con las
precisiones que al respecto formula Sartori: "Informar es
proporcionar noticias, y
esto incluye noticias sobre nociones. Se puede estar informado de
acontecimientos, pero también del saber. Aun así
debemos puntualizar que información no es
conocimiento
, no es saber en el significado heurístico
del término. Por sí misma, la información no
lleva a comprender las cosas: se puede estar informadísimo
de muchas cuestiones, y a pesar de ello no comprenderlas. Es
correcto, pues, decir que la información da solamente
nociones. Lo cual no es negativo. También el llamado saber
nocional contribuye a la formación del homo
sapiens
. Pero si el saber nocional no es de despreciar,
tampoco debemos sobrevalorarlo. Acumular nociones, repito, no
significa entenderlas" (1998: 79; Las itálicas son del
autor).

Con la ecuación acceso=conocimiento
también se pretende colar una valorización
implícita de un tipo de conocimiento "universal", el que
puede ser codificado en forma de información
digitalizable, como las ciencias
positivas, por encima de otros tipos de conocimiento menos
formales o cuantificables pero no por tanto menos valiosos.
Andreas Credé y Robin Mansell (1998:11) hacen una
distinción entre aquel conocimiento "formal", y el
"tácito", que incluye, entre otros, la experiencia
personal, la
intuición o la sabiduría, que no siempre son
digitalizables. Ambos tipos de conocimiento -formal y
tácito- son valiosos y necesarios para las actividades
humanas y el desarrollo, insisten Credé y Mansell,
precisando que: "La evidencia tanto de países
industrializados como de los países en desarrollo sugiere
que el éxito
para construir nuevas habilidades depende de la inversión continua en la infraestructura
técnica y social, el cambio
organizativo, la flexibilidad que favorece nuevos métodos de
aprendizaje y
el fortalecimiento de las capacidades para generar y utilizar el
conocimiento 'tácito' (o la experiencia
local)".

De hecho, cuando se han desarrollado estas condiciones,
las posibilidades de aprovechar plenamente los recursos
disponibles -en Internet u otros- son susceptibles de ser mayores
que cuando no se cuenta con tales bases; lo cual desmiente la
idea de que el acceso a información pueda, por sí
sola, desenlazar procesos de conocimiento. No obstante, cuando
existan posibilidades de desarrollar estas condiciones, no cabe
duda que la Internet puede ser un instrumento muy valioso para el
desarrollo de conocimientos.

El acceso universal

Como quedó dicho, la liberalización y el
acceso universal fueron los dos componentes básicos de las
políticas adoptadas por los gobiernos de los países
más poderosos del mundo, agrupados en el llamado Grupo de
los Siete (G7) cuando, en la reunión de Bruselas realizada
en 1995, adoptaron el proyecto de la "superautopista de la
información"; posteriormente han sido ratificados en la
Cumbre de Okinawa (Japón)
en julio de 2000, por el G8 esta vez, que ahora incluye a
Rusia.

Si bien las medidas políticas concretas se han
inclinado básicamente hacia la desregulación y la
liberalización de los mercados concernidos con la
Internet, antes que a la protección del interés
general, la promesa del acceso universal -entendido esencialmente
como conectividad- se mantiene de manera recurrente en los
escenarios de la política internacional, como lo confirma
la reciente Cumbre de las Américas (Québec, abril
2001), en tanto ingrediente legitimador de la "sociedad de la
información".

Al acceso universal se lo presenta como la panacea que
permitiría cerrar la brecha digital, que amenaza con
ahondar las desigualdades sociales debido a que quienes
están conectados a la Internet mantienen una
posición cada vez más ventajosa con relación
a quienes no lo están. Por tanto, la única
solución sería dar acceso a todos para que pueden
gozar de las mismas ventajas. Evidentemente, este discurso hace
caso omiso de las causas económicas y estructurales de las
desigualdades sociales.

Pero además, como señala Lucien Sfez, el
mismo concepto de
universalidad de la Internet se presta a una mistificación
de sus posibilidades. Se pretende que la Internet se
estaría "universalizando", (o sea, que tiende a
transformarse en bien de toda la humanidad), cuando, lo apropiado
sería hablar de una generalización (o sea, que
llega a un número grande de entes o personas). "Hablar a
todos y tener acceso a todo el saber, como pretenden los
internautas, sólo puede entenderse como una generalidad
transformada míticamente en universal. En suma, es una
metáfora", afirma el autor, quien considera que a partir
de allí "comienza a invadirnos la duda respecto a la
capacidad de la red Internet de servir a la democracia, es decir,
a la libertad y la igualdad que definen sus entornos". Cuanto
más que para poder acceder a este espacio hay que pagar un
"peaje". (1999: 21-22)

Para la consecución de la meta del
acceso universal, a los gobiernos se les asigna la tarea de crear
el terreno propicio para el desarrollo privado y público
de los sistemas nacionales y global de información. La
implementación, en cambio, se deja cada vez más en
manos del sector privado, al cual lo que le importa son los
estratos sociales con posibilidades de convertirse en
consumidores de servicios y usuarios de aplicaciones. Ello
implica que, en la práctica, se pretende llegar a esta
universalidad mediante mecanismos de expansión que no
favorecen la igualdad de condiciones, ya que las leyes del mercado
se inclinan hacia quienes pueden pagar y excluyen a quienes no.
Vale decir, una universalidad singular, retórica, pues
sólo contempla a unos pocos, diluyendo la noción de
ciudadanía para dar paso a la figura de
consumidores.

En esta línea, obviamente, queda fuera de
juego
cualquier posibilidad de propiciar la creación de
mecanismos para que los sectores ciudadanos puedan incidir en la
definición de políticas. Calificada como una
área técnica, la toma de
decisiones frente a las NTIC se torna en una prerrogativa de
"expertos" e "inversionistas". Esto es, un coto cerrado donde la
intervención ciudadana simplemente no tiene cabida. Sino,
¿por qué ni los gobiernos, ni los medios de
comunicación se preocupan de abrir un debate
público sobre las visiones y las implicaciones sociales de
la promocionada "sociedad de la información", ni admiten
que existan intereses contrarios en juego, porque ignoran a los
que no van en la línea de los intereses
dominantes?

De hecho, el amplio acceso a las nuevas
tecnologías ha sido, desde hace varios años, una
demanda de
sectores de la sociedad civil.
Estos sectores defienden la validez de un acceso verdaderamente
universal, pero para establecer una diferenciación con las
posturas oficiales, algunas ponen el énfasis en el "acceso
democrático" o "acceso equitativo"
15
, concepto que busca tomar en
cuenta los factores de desigualdad de condiciones, no sólo
en la conectividad, sino también en lo que tiene que ver
con el punto de partida -condiciones iniciales-, las
posibilidades de uso de la información, de compartir
conocimientos, entre otras.

Esta demanda es una respuesta a las evidencias de
que la brecha tecnológica, consecuencia directa de las
otras brechas sociales y geográficas, pueda también
a su vez profundizarlas. Se teme, con cierto fundamento, que a
medida que las actividades de punta en la economía, la
educación, e incluso algunos aspectos del ámbito
político y social, comiencen a desplazarse hacia el
ciberespacio, quienes no tengan acceso corran el riesgo de quedar
rezagados en términos de desarrollo y participación
democrática. Como señalan Gómez y
Martínez: "La distribución desigual de poder puede
continuar aumentando en el mundo real, gracias a su
fortalecimiento en el mundo virtual" (2001: 10). Una respuesta
solamente desde las NTIC no podrá cambiar estos
desequilibrios.

La información como
mercancía

Mientras, por un lado, el discurso oficial de los
gobiernos del Norte e instancias multilaterales reconoce que la
Internet tiene un potencial para hacer fluir una cantidad
ilimitada de informaciones, destacando su disposición para
que todos y todas puedan tener libre acceso a ellas y a los
conocimientos que se difunden, por otro, son ellos mismos quienes
se muestran más empeñados en establecer marcos
regulatorios que contradicen tales propósitos. En
particular, el que se refiere a los derechos de propiedad
intelectual, que incluye patentes y derechos de
autor (copyrights), cuyo cometido central es salvaguardar los
intereses de los inversionistas más que proteger a los
inventores, autores o al bien público.

Una de las particularidades especiales de la
información es que es fácil de copiar y compartir.
No importa si se presenta bajo el formato de libros,
videos, software, CDs… o si se trata de ideas, diseños,
invenciones o datos genéticos. Como éste es el
punto flaco del negocio de la información, para preservar
las super-ganancias de las corporaciones involucradas en el
sector -muy pesadas, por cierto-, la salida desde las instancias
de poder ha sido volcarse al ámbito de las regulaciones,
vía derechos de propiedad intelectual, para establecer a
lo largo y ancho del mundo un marco legal basado en un nuevo
sentido de propiedad que beneficia sobre todo a los
monopolios.

De imponerse esta lógica, se corre el riesgo de
que el acceso a cierta información sea privatizado y que
se restrinja el uso público de las bases de datos
para fines culturales, educativos o científicos. Tales
intentos ya se han expresado en las discusiones sobre derechos de
propiedad intelectual que los Estados llevan a cabo en la
Organización Mundial de la Propiedad Intelectual,
OMPI. La Unión
Europea, por ejemplo, aplica, desde 1996, una normativa "sui
generis" a las bases de datos: ya no fundamenta los derechos de
autor en la originalidad, sino en los "recursos económicos
invertidos y/o tiempo, los esfuerzos o la energía
dedicados". Esta normativa permite la privatización de las
bases de datos en virtud del derecho de
propiedad intelectual, prohibiendo la extracción y la
reutilización de información durante 15
años; quien desee acceder a la información debe
pagar los precios que fijen los nuevos monopolios del
conocimiento.

De acuerdo a las reglas del mercado, el tipo de
información y conocimiento regidos por los derechos de
propiedad intelectual, tiene un valor mayor
que los conocimientos locales o particulares, y el que proviene
de los centros de poder vale más que el de la periferia.
Ello no impide que la misma información pueda cambiar de
categoría, como es el caso de los conocimientos
indígenas sobre la biodiversidad,
que sólo adquieren "valor" cuando son patentados por
empresas transnacionales.

No obstante, el propio desarrollo de la Internet, por la
forma como se ha dado -usuarios, científicos y
técnicos compartiendo conocimientos para mejorar cada vez
más la tecnología-, va a contracorriente de este
concepto de la información como bien privado. La gratuidad
de la mayoría de fuentes de información en este
medio, la gran facilidad de copiar y reproducirla infinitamente,
y la ausencia de fronteras geográficas en el ciberespacio,
entre otras, son una expresión clara de tal
recorrido.

Entre la mercantilización y la naturaleza
misma de la información, como se ha dicho, hay una
evidente incompatibilidad. Es por eso que se ha mantenido abierto
un largo debate, que llevó, entre otros, al padre de la
cibernética Norbert Wiener, a
señalar que el tratamiento de la información como
mercancía sólo podía terminar en un impasse;
el valor de la información es primero un valor no
mercantil, ligado por una parte a su capacidad de
circulación y por otra a su transparencia. Wiener se
empeñó en demostrar los absurdos y disfunciones del
monopolio
privado de la información, sobre todo en relación a
la información estética y la científica, que
necesariamente dependen de un trabajo
colectivo. Comentando a Wiener, Jean Lokjine (1992: 14-15)
señala que "La información así creada, que
se basa en un trabajo cada vez más colectivo, no puede
conservarse, mucho menos enriquecerse, si es apropiada
privadamente: pierde su 'valor' (de uso), siguiendo la ley de la
entropía, si simplemente es acumulada,
almacenada como una mercancía".

En esta línea de pensamiento,
por ejemplo, se inscribe el movimiento pro "soft libre", que
tiene en el "Linux" a su
referente más conocido16,
y que en los últimos tiempos ha marcado puntos
importantes: varios gobiernos han sancionado -o están a
punto de hacerlo- disposiciones legales para implantar su uso en
las diversas instancias públicas -salvo cuando no haya
más opción que utilizar el software propietario-; a
la vez que empresas del sector, como IBM y Samsung, se han
volcado hacia esta corriente.

El soft libre, a diferencia del propietario, no
sólo está libre del pago por licencia sino que su
desarrollo no está controlado por una sola
compañía. Esto es, la licencia de propiedad de un
soft libre no permite restringir su transferencia,
distribución, utilización e incluso
alteración de las características originales.
Así, nadie queda a merced de nadie, y todos pueden
trabajar para perfeccionar las funciones
deseadas, a condición de compartir sus
innovaciones.

Por tanto, se contrarresta la práctica de los
detentores de programas propietarios que sistemáticamente
"renuevan" sus versiones, por lo general para introducir
"exquisiteces" que no interesan a la mayoría de usuarios a
fin de promover nuevas ventas del
viejo producto. Además, disminuye la necesidad de tener
que comprar nuevos equipos para satisfacer las exigencias
técnicas de las sucesivas versiones del mismo software
colocadas en el mercado.

De modo que, mientras por un lado el discurso oficial
habla del libre acceso a la información y al conocimiento,
por otro, los poderes fácticos que gravitan en sus
políticas -las megacorporaciones- más bien pujan
por restricciones, en tanto los movimientos ciudadanos
simplemente tratan de hacer que la retórica se traduzca en
realidades. Y es en esta relación de fuerzas en presencia
-desiguales por cierto- que las regulaciones legales
podrían establecer la diferencia en favor de las fuerzas
del mercado. Tal el caso de los proyectos de ley,
en discusión en varios países, que para proteger al
e-comercio pretenden establecer normas que de un
tajo pueden acabar con los servicios de información libre
"on-line". De prevalecer esta tendencia, ¿será
entonces que en el futuro la Internet nos reservará como
opciones, sea una información gratuita, pero banal, o una
información de calidad, pero
cara?

Mayor democracia: ¿para
quiénes?

El ex-vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore
(1994), en su defensa de las bondades de las NTIC, que dio el
tono al discurso oficial de la "sociedad de información"
destinada a inaugurar "una nueva era ateniense de la democracia",
sostuvo que: "La infraestructura global de comunicación no
será solamente una metáfora de la democracia en
funcionamiento, sino que alentará realmente el
funcionamiento de la democracia, al realzar la
participación de la ciudadanía en la toma de
decisiones. Favorecerá la capacidad de las naciones a
cooperar entre ellas".

Los defensores de la "ciberdemocracia" pronostican una
gran expansión del ejercicio de la libertad de
expresión y de la participación ciudadana, mediante consultas
en línea que orientarán las decisiones
políticas: el voto ya no sería cada cuatro o cinco
años sino una actividad cotidiana, lo que
prácticamente implicaría la evaporación de
toda mediación social en el ordenamiento
democrático. Para fines prácticos, es en
éste plano donde se juega retóricamente con la
ecuación información=conocimiento.

Por lo general, este discurso pasa por alto que la
libertad de expresión no implica simplemente poder hablar
o pronunciarse frente a opciones predefinidas, sino que para ser
efectiva, exige que se pueda articular un discurso, elaborar
propuestas, confrontarlas y debatir con otras, y hacerse oir a
través de medios de difusión pública. Y que
para poder formar una opinión ponderada, a fin de incidir
en las decisiones públicas, se necesita estar debidamente
informados, lo cual implica contar con medios de
comunicación pluralistas, independientes y socialmente
responsables.

Al respecto, en su exploración sobre el
advenimiento en Estados Unidos de la "república electrónica", Lawrence Grossman
(ex-presidente de NBC News y del Public Broadcasting Service de
EE.UU.) advierte sobre el peso excesivo que tienen las
consideraciones de rentabilidad mediática para determinar
el diálogo
público: "La creciente disparidad en la calidad de la
información disponible para algunos ciudadanos, comparado
con otros, tiene un efecto corrosivo en el proceso
democrático deliberativo, en la capacidad de la gente de
formar juicios bien fundados, y en la fe del público en la
integridad del sistema
político" (1995: 182). Grossman expresa asimismo
preocupación por los riesgos de una
democracia que dé demasiado peso a una opinión
pública instantánea, poca ponderada, mal
informada y fraccionada en grupos de
presión monotemáticos. Concluye que "es
esencial dar pasos urgentes para mejorar la calidad de la
deliberación ciudadana en la esfera pública" (1995:
189).

¿Será cierto que la Internet se
establecerá como espacio de información pluralista
y de debate público? Si bien en sus inicios
despertó esperanzas en este sentido, como
señaló en una ponencia ante la OIT, en 2000, el
presidente de la Federación Internacional de Periodistas,
estas esperanzas se han venido desplomando en el corto
período de tres años, pues: "los actores que
dominan los medios de comunicación tradicionales dominan
cada vez más los medios en línea. En casi todos los
países, los sitios más visitados pertenecen a los
medios tradicionales. Cerca del 80% de los creadores de
contenidos en línea son empleados por las
compañías de los viejos medios". (Citado por
Modoux, 2000).

Así, si bien es cierto que la Internet alberga
también a voces y medios plurales, independientes y
alternativos, y que éstos tienen posibilidades
inéditas de vincularse, animar debates y alcanzar nuevas
audiencias, estos espacios bien podrían quedar
arrinconados frente al poder de difusión de los medios
tradicionales, cuyos contenidos, en la mayoría de casos,
son orientados por las demandas del mercado, lo cual, como
comenta Grossman (1995: 215), "limita severamente la calidad de
información y diversidad de ideas. Ve a la gente como
consumidores, no como ciudadanos. Favorece las audiencias con
dinero para
gastar. El mercado responde a las exigencias de los
anunciantes… Tiene poco incentivo para satisfacer la necesidad
pública de educación cívica e
información seria sobre los asuntos públicos y
temas controversiales".

… ¿O mayor control?

Cuando se habla de las implicaciones de las NTIC para la
democracia, lo que poco se comenta es que las
características propias de éstas también se
pueden prestar ventajosamente para fines poco o nada
democráticos, como la violación sistemática
a la correspondencia privada, o el almacenamiento y
venta, sin pedir
permiso, de datos personales. Estas tecnologías prestan
facilidades inéditas para rastrear el comportamiento, los gustos e intereses, las
relaciones y demás datos íntimos de las personas,
facultad que está siendo explotada tanto por gobiernos
como por empresas. También facilitan enormemente las
actividades de espionaje (político o empresarial),
además de la vigilancia y control sobre la
ciudadanía. Algunos de estos aspectos de las NTIC,
ausentes del discurso promocional, son de hecho parte integrante
de los proyectos oficiales; y no estamos hablando necesariamente
de regímenes autoritarios, sino de los propios gobiernos
occidentales democráticos.

No pocos escritores han evocado, a este respecto, la
imagen del Big Brother (Gran Hermano) de George Orwell;
pero a diferencia de la novela
orwelliana que tiene como escenario un sistema altamente
centralizado, el de la actualidad es policéntrico y todo
indica que las actividades de vigilancia se llevarán a
cabo de manera sigilosa y con la colaboración (mas no el
consentimiento) de la población, que utiliza
entusiastamente los instrumentos puestos a su disposición,
sin preguntarse quién está mirando.

El caso de la red de espionaje "Echelon" ha puesto en
evidencia las inéditas posibilidades de espionaje que se
abren con las NTIC. Una investigación del Parlamento
Europeo confirmó la existencia de esta sofisticada red de
espionaje a las comunicaciones
que opera a escala mundial. En operación por lo menos
desde 1988 (algunas fuentes mencionan que sus antecedentes
remontan incluso a un acuerdo de 1948), el Echelon fue montado
por los países anglosajones (Estados Unidos, Gran
Bretaña, Canadá, Nueva Zelanda y Australia), bajo
el mando y ejecución de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA)
estadounidense. Cuenta con una poderosa infraestructura que es
capaz de interceptar, mediante satélites
-se estima que al menos 120-, flotas de aviones militares,
submarinos y otros medios, prácticamente cualquier
información transmitida por correo electrónico,
fax y
teléfono desde cualquier punto del planeta. Potentes
computadoras rastrean las comunicaciones en búsqueda de
palabras claves, frases, personas y lugares, pero también
pueden controlar sistemáticamente las comunicaciones de
ciertas fuentes preidentificadas.

Diseñado para recolectar informaciones de
inteligencia durante la guerra
fría, el informe europeo
demuestra que Echelon está siendo utilizado para
intervenir comunicaciones personales y comerciales. En el primer
caso, hay evidencias de espionaje, entre otros, a organismos de
derechos
humanos. En cuanto al espionaje comercial, se ha denunciado
casos donde empresas norteamericanas han arrebatado grandes
contratos a
concurrentes europeos, gracias a la obtención de
información confidencial, como el caso, en 1998, de la
firma estadounidense Raytheon, que obtuvo un contrato que la
francesa Thomson lo tenía casi asegurado, para la venta de
radares a Brasil para el
Sistema de Vigilancia de la Amazonía (SIVAM).

Los países miembros de la Unión Europea,
por su parte, desde 1995 han implementado el programa de
espionaje Enfopol, y se aprestan a aprobar un cuerpo regulatorio
que, entre otros puntos, dispone que cada llamada
telefónica, fija o movil, cada fax, cada mensaje
electrónico, todo contenido de las páginas
Web y toda utilización de la red, se produzca donde se
produzca y la efectúe quien la efectúe,
quedará debidamente registrada, archivada y disponible por
espacio de al menos siete años.

En Inglaterra, con
la legislación para prevenir el crimen internacional
aprobada en el año 2000, muchas de esas disposiciones ya
se encuentran en vigor, como es la facultad otorgada a los
cuerpos de seguridad para poder interceptar las comunicaciones
electrónicas sin orden judicial y la obligación de
los proveedores de
servicios Internet de entregar la clave de los mensajes
encriptados de sus usuarios, a pedido de las
autoridades.

En Estados Unidos el "soplonaje electrónico" es
practicado en forma intensa, tanto por las empresas como por las
agencias de seguridad del gobierno, para
vigilar a grupos y movimientos que son percibidos como una
amenaza para el sistema. "Al menos el 70% de los empleadores
mayores, monitorean el correo y el uso de internet de sus
empleados, mantienen cámaras de video ocultas y vigilan el
movimiento de los obreros en los centros de trabajo"
(Velásquez, 2001). Por lo general coinciden los servicios
de espionaje de los patrones y de la policía y ambos
actúan en función de su objetivo de
mantener a los centros de trabajo "libres de sindicatos".

Otra amenaza que se cierne para la ciudadanía es
la compilación de bancos de datos
con información personal, que podría prestarse a la
violación de derechos de privacidad, o el riesgo de
errores y exclusiones para quienes registran datos personales
desfavorables. Estos bancos de datos también son muy
apetecidos por las empresas para identificar públicos
segmentados para promocionar sus productos y servicios, para lo
cual los proveedores de hardware y software han
intentado incluso incorporar -inconsultamente- en las
computadoras personales, dispositivos que identifican al usuario
y rastrean su trayectoria de navegación.

Si algunos países, como los de la Unión
Europea y Canadá, se han preocupado de legislar, al menos
parcialmente, sobre los derechos individuales en este plano, en
otros en cambio no existe ninguna protección. Mathieu
O'Neil advierte contra la eventualidad de que la vida privada de
las personas se convierta en mercancía. El derecho a la
privacidad se vendería a un precio a
quienes puedan pagarlo. Asistiríamos al advenimiento de
"un mercado de la vida privada, donde los internautas afanosos de
discreción pagarán un fuerte precio por la
seguridad de sus datos" a su proveedor de servicios, mientras que
"los menos ricos, tenedores de informaciones confidenciales 'de
segunda clase'
serán naturalmente pobres en intimidad" (2001:
25).

Sin embargo, debido al carácter descentralizado y
multifuncional de Internet y las circunstancias en que se
desarrolló, hasta ahora no ha podido ser controlada,
convirtiéndose en un espacio de disputa, en el que
están presentes tanto poderosos intereses
políticos, financieros y comerciales que pugnan para que
sus principales funciones sean vigilar, anunciar y vender
(Ramonet, 2001: 21), como intereses ciudadanos y
democráticos que aspiran a convertirla en un instrumento
al servicio de la democracia, el desarrollo
sustentable, la ciencia,
cultura, la
educación y la salud.

Justamente frente a los intentos, por un lado, de
invadir la privacidad ciudadana, y por otro, de comercializar la
Internet al punto de someterlo todo a criterios mercantiles,
está surgiendo un nuevo frente de luchas sociales que
apuntan a preservar la libertad de información y la
privacidad de la ciudadanía en el
ciberespacio17.
En este marco existen un sinnúmero de proyectos e
iniciativas democratizadoras de la Internet. No obstante, estas
propuestas tienen poco eco en los medios de comunicación
de manera que el debate casi no llega al escenario
público.

La
brecha del desarrollo

¿Se puede pescar con un computador?,
se preguntaba Frei Betto (2001a) en un artículo sobre la
pasada Cumbre del G8 en Génova, señalando: "'Si un
hombre tiene
hambre, denle una caña para pescar' reza un proverbio,
ahora modificado por la globalización: 'denle un
computador'. Y llenen las bolsas de las naciones exportadoras de
tecnología cibernética". Para luego acotar que la
desconfianza de los críticos de este selecto club se debe
a que sus miembros no están "dispuestos a tocar
ningún punto que signifique reducción de riqueza
para sus naciones. Por eso, el computador es presentado como la
nueva caña de pescar…".

En efecto, con el reverdecimiento del tecnologismo -que
considera que la aplicación de una tecnología
innovadora puede resolver los diferentes problemas del
género
humano- en la agenda oficial del desarrollo se ha tornado
predominante el enfoque según el cual con el acceso a las
NTIC, los países "atrasados" podrán
rápidamente acelerar el paso para ingresar al mundo de la
modernidad, que
hoy se ha tornado en equivalente de "sociedad de la
información".

Para que este tránsito se concrete, la
condición es que tales países, disciplinadamente,
adopten todas las medidas del caso para dejarse conducir por "la
mano invisible del mercado", comenzando con las privatizaciones y la desregulación de las
telecomunicaciones, medios de comunicación y servicios de
información, y la adopción
de dispositivos legales sobre propiedad intelectual, de acuerdo a
los parámetros fijados en foros y acuerdos multilaterales
(OMC, BM, UIT,
OMPI, etc.), dejando de lado, por tanto, cualquier
consideración que remita al concepto de desarrollo
nacional y al de Estadonación
mismo.

Bajo el argumento de que éste es el curso
inexorable de los tiempos, aunque de por medio estén
consideraciones políticas de severas implicaciones, su
tratamiento básicamente ha logrado imponerse como un
asunto técnico: ampliar la conectividad para abatir o
cuando menos reducir la "brecha digital". Operación que,
consecuentemente, garantizaría iguales oportunidades al
conjunto de países y personas para que puedan beneficiarse
de las ventajas de las NTIC. Al límite, se trataría
de un asunto de "enchufes" y accesorios del caso, con el supuesto
de que el resto llegará por añadidura.
Oportunidades evidentes para que las corporaciones del sector
hagan buenos negocios,
posibilidades futuras para los demás18.

Cierto es que el tema de la conectividad tiene una gran
importancia y merece una atención particular, habida cuenta que una
mayoría del planeta todavía no tiene acceso a una
línea telefónica -pese a que han pasado más
de cien años desde que se abrió este servicio-, sin
la cual no se puede ingresar al mundo de la Internet; el PNUD
(2001: 45) estima que "en los países menos adelantados"
apenas hay una línea telefónica estacionaria "por
cada 200 personas".

Sin embargo, la cuestión de la conectividad, por
importante que sea, apenas es un componente de la
problemática. Cabe preguntarse, entonces, ¿por
qué ese sobredimensionamiento? La razón: por la
primacía que ha adquirido esa visión del desarrollo
que pone énfasis en la inserción internacional
(sobre todo económica), antes que en consideraciones
sociales. Y como la Internet constituye la infraestructura
indispensable para habilitar tal inserción, lo que importa
es que los "puntos hábiles" se conecten. Una lógica
que conlleva a configurar un panorama donde la mayoría de
los países del Sur quedarán a la deriva
-excluidos-, los que "califiquen" cuando más podrán
conectarse desde "zonas francas" o desde las cúpulas de
poder económico y político; sin que esto exima que
en el Norte también queden amplias regiones segregadas,
sobre todo las zonas rurales.

Tan es así que, en el plano de la
comunicación, lo que destaca en los programas de los
organismos oficiales más relevantes a nivel internacional
respecto a las NTIC, es el carácter de "canal" que se le
asigna a estas, por sobre otros atributos. En una
indagación realizada por Karin Wilkins y Jody Waters
(2000: 59), sobre el enfoque de los organismos multi y
bilaterales respecto a las nuevas tecnologías de
comunicación en 40 proyectos sostenidos por ellos, se
constata que: "Por lo general, en el discurso del desarrollo
sigue dominando un enfoque centrado en la transmisión para
entender el valor de las tecnologías de
comunicación. Cuando se las concibe como herramienta para
canalizar información, las computadoras no son vistas como
algo que facilite la producción de sentidos. Este modelo
subordina a los 'participantes' de los proyectos a un rol pasivo
que se limita a recuperar información de fuentes
existentes, en lugar de propiciar un rol más activo para
elaborar contenidos a fin de articular comunidades o resistir a
agencias poderosas. Al circunscribir la interacción
mediada por computadoras a una forma para acceder a
información existente, más que para crear nuevos
productos culturales, ese discurso pierde el potencial
transformador de las nuevas tecnologías de
comunicación".

La necia realidad, por acción de las fuerzas que
gravitan en ella, empero, ha terminado por señalar que el
mundo es más complejo, pues está lleno de
contradicciones. Y es así como, en las esferas oficiales,
de a poco ha comenzado a abrirse el debate en esta materia, sobre
todo a partir de las lecturas para entender el alcance de la
llamada "brecha digital", tanto entre Norte y Sur como al
interior de las sociedades.

La brecha
digital

La brecha
digital abarca una variedad de dimensiones: geográfica,
demográfica, socio-económica, cultural-lingüística, de género, etc.
Expresada sintéticamente en cifras, según el
"Informe de Desarrollo
Humano 2001" del Programa de Naciones Unidas
para el Desarrollo, entre 1998 y 2000, el porcentaje de la
población mundial conectada a Internet aumentó
del 2,4 % al 6,7 %, y en América Latina del 0,8 % al 3,2 % de la
población regional. En el mismo período, en
EE.UU. el porcentaje de población conectada pasó
de 26,3 % al 54,3 %.
(42)

En cuanto a las
diferencias sociales, el PNUD registraba que el usuario
típico de Internet a escala mundial es hombre, menor de
35 años, con educación universitaria y un ingreso
elevado; vive en una zona urbana y habla inglés. O sea,
es miembro de una élite muy minoritaria a escala
mundial. (1999: 63)

Al
interior de América Latina también existen
grandes desequilibrios: un estudio de Hilbert (2001: 12-13)
publicado por la CEPAL estima, basado en algunos estudios de
marketing
del 2000 y 2001, que casi la mitad de la población
conectada tiene menos de 25 años, (49% en Brasil, 55% en
México) y cerca de los dos tercios a
nivel regional tienen educación
superior. La brecha de género persiste en la
región, aunque se ha ido cerrando: en 1997, 76% eran
hombres; para 2001, en Brasil 57% eran hombres, que pasaban
8.04 horas por mes en línea comparado con 5.5 horas para
las mujeres.

Sacando en limpio lo que se ha avanzado en esta materia,
se puede decir que el indicio real es que quienes estarán
en mejor posición para beneficiarse de las ventajas de las
nuevas tecnologías y del acceso a nuevos recursos de
información y conocimientos, son quienes de antemano
tienen mejores condiciones. Es lo que constata el Informe 1999
del PNUD, en relación a las NTIC: "La sociedad de la red
está creando sistemas paralelos de comunicaciones: uno
para los que tienen ingreso, educación y
 literalmente  conexiones, con información
abundante a bajo costo y gran velocidad; el otro para los que
carecen de conexiones, bloqueados por barreras elevadas de
tiempo, costo e incertidumbre y dependientes de
información que ya no está actualizada. Con la
gente de esos dos sistemas que vive y compite lado a lado, las
ventajas de la conexión son abrumadoras". Destaca que las
soluciones
exigen la elaboración de políticas de desarrollo,
pues, "el mayor peligro es la creencia complaciente de que una
industria
rentable y creciente resolverá el problema por sí
misma. El mercado por sí solo hará ciudadanos
mundiales solamente de los que se lo pueden permitir". (1999:
63)

La brecha digital, en suma, es una expresión de
las desigualdades socio-económicas prevalecientes, lo que
no impide que si se la descuida, bien puede repercutir en un
agravamiento de éstas. Por lo mismo, tampoco se puede
pensar que las soluciones que se dirigen únicamente a
cerrar la brecha digital, sin abordar las causas más
fundamentales de las desigualdades, podrán resolver de por
sí los problemas del desarrollo.

Esto es, para los países en desarrollo, el tema
plantea un desafío nuevo y complejo, que al sumarse a
otros que aún no han sido resueltos, como la alimentación, salud,
vivienda, educación, servicios básicos, que son
necesidades vitales de su población, obliga a
diseñar políticas para el mejor uso de sus escasos
recursos.

En esta perspectiva, hay quienes sostienen que la
conectividad sólo puede responder a problemas de
desarrollo si se generan las condiciones necesarias para poder
sacar provecho de la información y la tecnología.
Aunque no faltan otros, escépticos frente a la
tecnología, que sostienen que las NTIC tienen poca o
ninguna relevancia en países y sectores que no han
resuelto problemas básicos como el hambre, la salud
básica y el agua
potable.

Diversos estudios se han dedicado a identificar los
elementos necesarios para crear el "ambiente
habilitador" apropiado (o "e-readiness") para que un país
(o comunidad) pueda sacar provecho de las NTIC para fomentar su
desarrollo, tanto en lo que tiene que ver con la
implementación tecnológica en sí, como en
relación a la apropiación y sistematización
de información y conocimiento. Varios de ellos coinciden
en señalar que no existe ninguna receta preestablecida que
garantice el éxito de la aplicación de las NTIC en
las estrategias de desarrollo.

El "Informe de Desarrollo Humano 2001" del PNUD aborda
justamente como tema central las condiciones para que los
países en desarrollo puedan "Poner el adelanto
tecnológico al servicio del desarrollo humano", como reza
el título, el cual incluye un nuevo "índice de
adelanto tecnológico" para medir el potencial de
innovación y aprovechamiento de la tecnología. Los
componentes principales de este índice19
son la capacidad de innovación tecnológica
(medida en patentes concedidas e ingresos del
extranjero por regalías y licencias, per cápita),
el grado de difusión de innovaciones recientes (nodos del
Internet y exportación de productos de
tecnología alta y media) y antiguas (telefonía y
electricidad),
y los conocimientos especializados (promedio de años de
escolaridad y tasa de estudiantes terciarias matriculadas en
carreras científicas). (2001: 48)

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